Mesa Temática No. 11

TEORÍA Y PRÁCTICA DE LA ÉTICA PÚBLICA (7/MEDIA JORNADA)

Coordinador: Txetxu Ausín (Instituto de Filosofía, CSIC)



1.- M.ª Teresa López de la Vieja (Universidad de Salamanca): tlv@usal.es
Ética en las instituciones. Las buenas prácticas

Los códigos de ética presentan un conjunto ordenado de principios y reglas de actuación de distinto nivel. En el ámbito institucional, los códigos suelen ser la expresión del compromiso de las entidades y de sus responsables con políticas que sean acordes con las normas vigentes y con los criterios básicos de buen gobierno. Contribuirán así a fortalecer o, en su caso, a ganar la confianza de la ciudadanía (OECD: Trust in Government, 2000). Por ello, los códigos de ética, entendidos únicamente como conjunto de deberes, tendrían que reemplazados por documentos que sean el punto de partida para crear o reforzar las buenas prácticas y el buen gobierno en las entidades (La Gobernanza Europea-Un Libro Blanco, 2001). Sin embargo, en la “ética pública” se solapan varios niveles de normatividad, de distinto alcance y con aplicación diferenciada: las leyes vigentes, los principios de ética, los principios de buen gobierno, las reglas de actuación, las conductas exigibles, las buenas prácticas, los valores, los criterios de actuación e incluso los reglamentos internos.
Aquí se argumenta a favor de un sistema modular para documentos destinados a instituciones o entidades públicas, por su mayor flexibilidad y capacidad para responder desde la ética y de forma diferenciada a necesidades sobrevenidas en el sector público: (1) Los códigos de ética recogerán principios generales (imparcialidad, integridad, objetividad, rendición de cuentas, transparencia, honradez y liderazgo) Según esto, la revisión del código solo será necesaria a medio o a largo plazo. (2) Las guías de buenas prácticas definiran actuaciones para situaciones específicas, con tareas suficientemente definidas. Por ello, las guías podrán y deberán ser ampliadas o revisadas a corto y medio plazo.

2.- Txetxu Ausín (Instituto de Filosofía, CSIC): txetxu.ausin@cchs.csic.es
Alcance y límite de los códigos de ética pública

Los códigos de ética pública recogen de manera ordenada y sistemática aquellas experiencias que resultan aconsejables en el ámbito de las organizaciones del sector público porque han arrojado resultados positivos y han demostrado su éxito y utilidad de modo que merece la pena que se repitan y sean compartidas. Estos instrumentos se mueven entre la tradición y la innovación y entre sus funciones están el reconocimiento de la misión de la actividad, la generación de conocimiento, el aprendizaje e innovación sobre la misma, la protección frente a presiones externas, la prevención de malas prácticas, la confianza y la ejemplaridad. Han recibido críticas de gremialismo, cientificismo, despolitización y superficialidad pero, en la medida en que aspiran a satisfacer las importantes funciones que hemos señalado, deberían como mínimo responder a un serie de requisitos: participación, flexibilidad, adhesión, accesibilidad, monitorización y difusión.

3.- Juan Carlos Ochoa Abaurre (UNED/UPNA Pamplona): juancochoa@telefonica.net
Ética política y ciudadanía: Una aplicación práctica para nuestro tiempo

La crisis política que viene sucediéndose en Europa, ya por más de diez años, necesita de una respuesta urgente. Pero no debemos olvidar que tanto las causas como las consecuencias de esta vicisitud no son sólo económicas, sino también humanísticas. Si tenemos en cuenta esta perspectiva, entonces el tema debe ser abordado necesariamente desde el ámbito de la Filosofía; y concretamente desde el enfoque de la Ética.
En los Maestros de la Grecia Antigua de la Ilustración Griega encontramos lo que podría ser una solución a la crisis política actual. Los tres máximos representantes de esta época -Sócrates, Platón y Aristóteles- nos invitan a reflexionar acerca de los valores éticos en los que se debe sustentar una política que vele por la Ciudadanía.
En este análisis ético y en su aplicación práctica, los tres filósofos siguen la misma directriz, tanto en sus principios como en sus objetivos. Su filosofía consiste en asentar la praxis de unos valores que garanticen la estabilidad de los ciudadanos en una convivencia armónica en la Polis. Y los tres, cada uno con sus respectivos matices, coinciden en lo fundamental: que la ética política debe estar al servicio de la ciudadanía.
Son estos los principios de la Democracia que heredamos de ellos. Las enseñanzas de los tres filósofos nos recuerdan la importancia que tiene vivir en sociedad en relación a los principios éticos: el Bien, la Justicia, la Verdad, la Igualdad, la Fraternidad, la Belleza, el Amor, la Amistad y la Virtud. Su legado es la voz que nos advierte, en estos tiempos convulsos, que no podemos correr el riesgo de desviarnos de nuestra naturaleza humana. A los tres maestros de vida los podemos considerar como paradigmas a tener en cuenta, si no queremos perder el rumbo que nos conduce a vivir en un mundo mejor y más feliz.

4.- Àngel Puyol (Universitat Autònoma de Barcelona): angel.puyol@uab.cat
El conflicto ético entre la solidaridad y la responsabilidad. Teoría y práctica

La solidaridad es un concepto muy presente en la ética, la filosofía política y la filosofía del derecho contemporáneas. Ni que decir tiene que también tiene un lugar destacado en la sociología y otras ramas de las ciencias sociales, y se utiliza para justificar numerosas políticas públicas. Dentro de este último campo, la solidaridad sirve para justificar la necesidad de llevar a cabo políticas sociales como las pensiones, las subvenciones por desempleo y todo tipo de ayudas sociales a personas y colectivos vulnerables.
No obstante, en los últimos años, el significado y el alcance de la solidaridad se han modificado en relación con esas políticas sociales. El sociólogo francés Robert Castel se refiere a ese cambio como el abandono de la solidaridad como expresión de un derecho social, el derecho de los ciudadanos socialmente más vulnerables a ser ayudados por el conjunto de la sociedad; y, en su lugar, la introducción de una idea de solidaridad ligada a una “lógica de la contrapartida”, según la cual la persona necesitada de ayuda debe demostrar que no está aprovechándose de dicha ayuda para rehuir su propia responsabilidad tanto en las causas que han provocado su situación de vulnerabilidad como en el esfuerzo y la voluntad personal de superarla. En otras palabras, la solidaridad deja de ser un derecho social del ciudadano y pasa a ser un mérito que la persona en situación de vulnerabilidad social debe ganarse a través de su propia responsabilidad. El objetivo de esta segunda visión de la solidaridad consiste en que las personas que reciben una ayuda solidaria no se conviertan en gorrones de los solidarios (en free-riders, según la terminología anglosajona de la teoría de juegos).
Ambas concepciones de la solidaridad representan dos modos opuestos de relacionar la solidaridad con el valor de la responsabilidad. Mientras que la concepción de la solidaridad como derecho (por ejemplo, el derecho a un subsidio de desempleo o a una renta mínima familiar en caso de no tener otros ingresos) enfatiza la responsabilidad social por encima de la individual, la “lógica de la contrapartida” da mucho más peso a la responsabilidad personal. Dicho con otras palabras, el problema ético fundamental en la solidaridad como derecho es que la responsabilidad individual parece diluirse con las exigencias del derecho, mientras que, en la solidaridad como contrapartida, es la responsabilidad social la que tiende a diluirse en beneficio de la individual. En el extremo de la lógica de la contrapartida, la responsabilidad personal se hipertrofia, llegando a plantear que el individuo socialmente vulnerable es tan responsable de su situación o de no intentar salir de ella que no “merece” la solidaridad disponible del conjunto de la sociedad.
En la primera parte de mi comunicación, constato esa doble manera de entender la solidaridad (solidaridad como derecho y solidaridad como contrapartida) en relación con la justificación y aplicación de las políticas sociales y, a partir de ahí, contrasto las exigencias éticas de la solidaridad con las de la responsabilidad, valiéndome de juicios tanto descriptivos como normativos. En la segunda parte, ofrezco argumentos éticos a favor de una de las visiones de la solidaridad en relación con las políticas sociales.

5.- Enrique Herreras (Universitat de València): Enrique.Herreras@uv.es
Neoconservadurismo, teoría crítica y razón populista

En los últimos años el concepto del “populismo” ha entrado en escena en el ámbito de la política de cada día, pero también en la esfera de la filosofía política. O en todo caso, creo que es un asunto fundamental que precisa de una profundización desde esta perspectiva. Precisamente, en esta comunicación quiero reflexionar cobre las ideas planteadas por distintos autores, sobre todo las de Ernesto Laclau (por eso subrayo el término “razón populista”). No obstante, y aun haciendo caso a Hanna Arendt de que el fin de la filosofía debiera ser el de intentar comprender lo que ocurre, no se puede dejar de lado una mirada histórica. En este caso, dicha mirada irá hacia la discusión que tuvo lugar hace algunas décadas entre Neoconservadurismo y Teoría crítica. Porque no podemos comprender la actualidad, sin repensar la “hegemonía cultural” (y no solo política y económica, como señalara Daniel Bell) que han logrado las ideas neoconservadoras (o neoliberales) sobre la teoría crítica. Precisamente, es la crisis del Estado del bienestar, y dentro de ese contexto, de la socialdemocracia y del liberalismo (sin Neo), una de las causas nucleares (según mi consideración) que ha alentado ese desencanto que es la base del ascenso de los populismos. Sin olvidar otros muchos temas, como la corrupción. En sí, la percepción de los ciudadanos de sentirse traicionados por la élites. Un malestar que se traduce, como bien señala D. Innerarity, en fenómenos tan heterogéneos como el movimiento de los indignados o el acceso de la extrema derecha. Un desarrollo que, en algunos casos, surge desde la necesidad de una ética pública, como la razón populista desarrollada por Laclau, pero que, finalmente, más parece sobre todo una estrategia (bien diseñada, no hay duda) para alcanzar el poder político.
Si bien Bell hablaba de contradicciones, parece ser que seguimos inmersos en un abanico de contradicciones, aunque diferentes a las desarrolladas por el filósofo neoconservador. No obstante, como dice Victoria Camps, la esperanza presagiada por el movimiento del 15M ha acabado poniendo de manifiesto que tampoco los más radicales y más dispuestos a llevar a cabo transformaciones sociales de calado se libran de las mismas contradicciones que con tanta insistencia denunciaron.
En concreto, mi tesis consiste en la necesidad de replantear la Teoría crítica y las ideas socialdemócratas, pero con las adaptaciones precisas a las nuevas realidades. La cuestión es transformar la indignación en proyectos para configurar un espacio público de calidad. Esto conduce a un cambio cultural que no obvie las grandes preguntas, ya que la inexistencia de un ethos como base de la democracia repercute en una serie de perversiones que nos sitúan ante una democracia débil, llena de contradicciones e incapaz de superarlas.

6.- Asier Hernández-Blanco (Universitat Jaume I, Castellón): al269405@alumail.uji.es
Una aproximación a los actuales planteamientos municipalistas de democracia

La institucionalización del movimiento 15M trajo consigo el intento de fomentar políticas municipalistas como fórmula para otorgar a las instituciones un mayor nivel democrático. Bajo la visión municipalista de la democracia, es necesario aproximar la política al ámbito local a través de unas instituciones cercanas, que permitan a la ciudadanía controlarlas de manera directa. El objetivo radica en devolver a la democracia su definición original, que no es otra que “el gobierno del pueblo”.
En el presente artículo se pretende, en primer lugar, analizar brevemente la propuesta del movimiento municipalista: qué es, qué objetivos tiene y hacia dónde se dirige. En segundo lugar, mostrar la actualidad del “municipalismo” en España, con la finalidad de averiguar qué, quiénes, y cómo se está llevando a cabo el desarrollo de dicho movimiento, el alcance del mismo, y sus posibles éxitos o fracasos. Y por último, llevar a cabo una reflexión crítica en torno a la hipotética implantación de un modelo municipalista de democracia en España, a las posibles ventajas y dificultades de su aplicación práctica y sus posibles repercusiones a nivel social.
En la primera parte del artículo se expone un breve estudio en torno al “municipalismo”, en base a las investigaciones del Observatorio Metropolitano de Madrid, de Janet Biehl y Murray Bookchin, de José Iglesias y de José I. Torreblanca. Con él se pretende mostrar cuáles son los principios fundamentales del movimiento municipalista, así como sus objetivos principales. En la segunda parte se lleva a término un análisis de las posiciones municipalistas actuales, a través de las plataformas “MAC1”, “MAK2” y “MAC3”, con el propósito de observar en qué situación se encuentra el “municipalismo” actualmente en España. Y por último, en la tercera parte se explican los posibles “pros” y “contras” de una hipotética transición hacia una democracia municipalista, a través de una reflexión crítica que permita la deliberación en torno a su posible aplicación práctica.
Con ello se pretende mostrar en qué consiste el movimiento municipalista, qué principios y objetivos propone para una posible aplicación práctica, y cuáles son las ventajas y desventajas de la propuesta municipalista de la democracia. Por último llevar a cabo una reflexión crítica, a través de la cual se deje un espacio abierto a la deliberación en torno a la validez o incapacidad del modelo como alternativa real aplicable en España.

7.- Ramón Feenstra (Universitat Jaume I, Castellón): feenstra@fis.uji.es
Explorando vías de profundización democrática: ética aplicada y el potencial de la representación aleatoria

La democracia representativa parece sufrir signos de agotamiento o al menos de crisis tal y como manifiesta la desafección ciudadana que se refleja en diversos estudios metroscópicos actuales. Ante la creciente desafección parece necesario plantear una reflexión crítica en torno a posibles vías de profundización democrática. La presente propuesta busca ahondar y reflexionar sobre el potencial del sorteo como mecanismo de mejora del funcionamiento de instituciones representativas. El presente estudio se centrará tanto en las fundamentaciones teóricas como en algunas experiencias que han llevado a la práctica el uso del sorteo para la selección de representantes.

8.- Isabel Roldán Gómez (Universidad de Salamanca): iroldangomez@usal.es
Juegos de suma cero. El ejemplo israelí

En esta presentación analizo el papel de algunas creencias en los órganos deliberativos de la bioética (comités y comisiones) y pondero los argumentos a favor y en contra de su inclusión en los mismos.
Para ello, parto de un ejemplo concreto: la formación del Comité Steinberg para el desarrollo de la Dying Patient Act, de 2005, en Israel. Esta ley representa el intento de equilibrar el valor de la santidad de la vida (creencia con origen en la Halakhá) con el principio de autonomía de los pacientes terminales.
Argumento, al respecto, que las propuestas de este tipo no conducen a regulaciones políticas basadas en el equilibrio entre valores y principios, como se ha defendido. Por el contrario, considero que la introducción de algunas creencias en las instituciones de la bioética puede convertir potenciales propuestas de diálogo en juegos de suma cero entre distintas visiones del mundo.
Por último, extraigo algunas conclusiones generales, que pueden aplicarse a otros contextos sociales y culturales, sobre el rol distinto de los valores y los principios en las instituciones públicas de la bioética.




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