Simposio No. 6

AULA 3 (PRIMERA PLANTA)


NUEVAS NARRATIVAS Y POLÍTICA DE LA RED(9-1 JORNADA)

Alonso, Enrique (Universidad Autónoma de Madrid) y Navarro, María G. (Universidad de Salamanca)
E-mail: mariagnavarro@usal.es


9h – 9h30
Bienvenida y presentación por Enrique Alonso (UAM)

9h30 – 10h
Enrique Alonso (UAM) «Trabajo y plusvalía digital»

10h – 10h30
Saleta de Salvador Agra (UCM) «Hacia una tecnoicnología: huella
tecnológica y condición humana»



///10h30 – 11h: Pausa y café///



11h - 11h30
M.ª Teresa López de la Vieja (USAL) «E-Bioética»

11h30 - 12h
Xandra Garzón Costumero (UGR) «El feminismo y las narrativas en
espacios 2.0: estudio del machismo en los videojuegos»

12h- 12h30
Lola S. Almendros (IFS-CSIC) «¿Por qué la Unión Europea no comprende a Google?»

12h30 - 13h
Santiago Morilla (UCM) «Interacciones del arte locativo en la Tecnoesfera»

13h – 13h30
J. Francisco Álvarez (UNED) «Sistemas de recomendación, reglas por
defecto y políticas públicas para la sociedad red»



///14h – 16h: Pausa y comida///


«NUEVAS NARRATIVAS Y POLÍTICA DE LA RED»(9)

Coordinadores
Enrique Alonso (Universidad Autónoma de Madrid)
María G. Navarro (Universidad de Salamanca)


Enrique Alonso, Universidad Autónoma de Madrid, enr.alonso@gmail.com
«Trabajo y plusvalía digital»


La madurez adquirida por los ciudadanos ante las novedades introducidas en la Sociedad de la Información hace que cada vez nos preguntemos con más insistencia de dónde proceden los inmensos beneficios que se producen en torno a algunas de sus empresas más características. En estos momentos la atención parece centrada en el tráfico de datos casi en exclusiva, lo que en cierto modo podría desviar nuestra atención de fenómenos más generales y de mayor alcance.
Nuestra propuesta consiste en invertir el significado y función del ocio digital para reconstruirlo como un género de trabajo no asalariado en el sentido material. Analizaremos diversas actividades como puede ser la participación en plataformas sociales, la producción de información a través de estos medios o la consulta de datos a través de buscadores y otros recursos similares. Mediante la descripción y análisis detallado de estos procesos podremos apreciar la forma en que los usuarios, en realidad trabajadores digitales, producimos más valor con nuestra actividad que aquella que nos retorna el recurso digital del que se trate. Esta diferencia entre el valor aportado y el recibido puede ser interpretado con toda propiedad como una “plusvalía” que aquí calificamos como plusvalía digital. Esta perspectiva pretende invertir lo que podría considerarse una perspectiva ingenua acerca de la generación de valor. Una actividad solo podría ser considerada como “trabajo” si hay un salario y un contrato, por muy laxo que sea, que ata y compromete al sujeto a la realización de una tarea determinada. En otro caso no cabe hablar de trabajo. Nuestra interacción con las redes sociales no responde en efecto a este modelo, no hay un contrato y no existe una tarea concreta que debamos realizar. A cambio recibimos unas ganancias que por lo general no son económicas, pero tampoco tenemos que pagar nada por los servicios que obtenemos. Desde nuestro punto de vista, si hay alguien que obtiene un valor por una actividad, un valor que produce un beneficio, entonces existe una plusvalía y por tanto un trabajo, aunque que este no sea asalariado.
Este trabajo va algo más allá del meme que afirma que si algo es gratis, entonces el producto eres tú. Aquí no sostenemos que los usuarios digitales constituyamos una mercancía susceptible de ser vendida. Esta es una perspectiva que se aplica, por ejemplo, a la venta de datos personales a empresas de publicidad. Los datos serían el producto o mercancía substraída sin nuestro permiso. Desde nuestro punto de vista, los datos no son mercancías, sino el resultado de una actividad realizada en una plataforma, y por tanto se trataría propiamente de un trabajo. Así pues, la tensión se establece entre los trabajadores digitales, aquellos que producen plusvalía con su actividad y los consumidores digitales, aquellos que pagan por recibir un servicio. Esta diferencia es perfectamente reconocible en los modelos free y premium que se aplica a ciertas modalidades de uso de multitud de plataformas digitales.
La plusvalía digital tiene un valor en sí misma ya que produce un capital digital que eventualmente se puede transformar en capital material. En ocasiones, este capital digital no encuentra la forma de ser transformado en capital material mientras que en otras sí. Este fenómeno lleva a que definamos la fórmula digital de una plataforma como la manera en que esa plataforma ofrece un servicio capaz de generar una plusvalía digital perfectamente operable como capital material.



Saleta de Salvador Agra, Universidade de Vigo, saletadesalvador@gmail.com/ saleta@uvigo.es
«Hacia una tecnoicnología: huella tecnológica y condición humana»


Nuestros pasos-signos en la Red, alojados en la gran memoria externa de la Web, nos redescubren como seres narrativos, pero sobre todo desvelan nuestro anhelo de ser narrados. En nuestra acción narrativa Web, en nuestro vivir “facebookeando” -extensible a nuestro vivir “twitteando”, “instagramando” “googleando”, etc.- vamos dejando atrás huellas de una “historia de vida”. Una historia de vida que, como bien sostiene Cavarero (1997), siguiendo planteamientos arendtianos, confiamos a un otro/otra, a quien podrá contarnos.
La esperanza biográfica, que subyace en nuestros intercambios comunicativos vía Web, será objeto de estudio, en un intento de dar cuenta de los novedosos procesos constitutivos que configuran en la actual “egosfera digital”. Para pensar dicha representación de la egosfera y atender a la estela de datos que dejamos tras de sí en la interacción tecnológica nos situaremos en el marco general de una icnología o “doctrina de las huellas” y desde la concepción de la Web como instrumento para registrar más que para comunicar (Ferraris, 2009; 2015). La propuesta entonces parte de observar los registros fijados en el soporte tecnológico Web para analizar el proceso narrativo del yo.
En confrontación con las teorías del “quantified self” (Wolf y Kelly, 2007) que atienden al resultado del yo como datos medibles y cuantificables se plantea examinar, desde la perspectiva del proceso, el yo que se narra y es narrado online. Por tanto, se propondrá una “tecnoicnología” que repare en las marcas, en el registro fijado no ya en soportes naturales sino en los mencionados soportes tecnológicos.
La “huella tecnológica” resultante será por tanto objeto de estudio desde, por una parte, su parentesco con la “huella ecológica” y, por otra parte, desde su concepción como signo indicial, según el modelo tríadico de Peirce. El valor sígnico, de reenvío a otra cosa, de la “huella tecnológica” será precisamente la que nos posibilite interpretar al yo online que se cuenta y es contado, atendiendo a sus implicaciones ético-políticas y, en última instancia, reparar sobre la propia condición humana.



M.ª Teresa López de la Vieja, Universidad de Salamanca, tlv@usal.es
«E-Bioética»


En los últimos años, el uso de Internet y de las TIC en bioética ha aportado considerables ventajas. El aumento de los canales para acceder y difundir información ha contribuido, sin duda, a la apertura y la transparencia de los análisis bioéticos. En cambio, es cuestionable que los nuevos recursos hayan contribuido a incrementar la protección de los derechos de quienes intervienen tanto en la práctica clínica como en la investigación. Tampoco han modificado prácticas dudosas, como el plagio. Quizás por eso, el imperativo de “tender puentes” en el nuevo espacio ha de coexistir con el de “poner fronteras”, para definir los límites entre buenas y malas prácticas. ¿Se puede hablar, entonces, de un cambio cualitativo? En lo que sigue, se consideran tres argumentos sobre posibles consecuencias del empleo de Internet y las TIC: el acceso a la información, la responsabilidad y la deliberación: (1) Las ventajas de Internet en bioética son evidentes, en el sentido de que cualquiera puede tener acceso desde cualquier lugar a datos sobre casos significativos. El acceso a la información permitirá que las decisiones estén mejor documentadas. (2) Ni qué decir tiene que los comités de ética estarán en mejores condiciones para desempeñar sus funciones. Sin embargo, la responsabilidad de los comités, los grupos de expertos, los profesionales y los ciudadanos no está asegurada. Esta puede quedar diluida, al no cumplirse con criterios de gobernanza, como es la rendición de cuentas. (3) De momento la deliberación en línea no es como la deliberación presencial. No es igual el dialogo real, cara a cara, que el dialogo en los nuevos espacios, tan difíciles de regular. Por tanto, todavía no hay un balance claro de beneficios y riesgos en el uso sistemático de Internet en bioética.



Xandra Garzón Costumero, Universidad de Granada, xandragarzoncostumero@gmail.com
«El feminismo y las narrativas en espacios 2.0: estudio del machismo en los videojuegos»


Algunos de los referentes e ideas más importantes para nuestra sociedad y de las formas simbólicas que dan sentido a nuestra cultura se generan gracias a la industria audiovisual y a sus narrativas, siendo el videojuego la primera y más importante de las expresiones de esta industria.
Las nuevas narrativas otorgan un papel preeminente a las audiencias, dándoles la oportunidad de participar, empoderándolas y recibiendo su feedback en procesos denominados transmediales, generando una conversación entre industria y audiencia. La comunicación que antes sólo iba en un sentido, ahora es bidireccional, las compañías escuchan a sus audiencias intentando obtener un beneficio económico mayor basado en la interpretación de los procesos conversacionales con los jugadores. Las nuevas audiencias opinan y generan contenido basado en el producto que la compañía les presenta, indicando el camino por que esa audiencia activa (que no siempre es toda la audiencia) quiere que camine el autor.
Estos fenómenos no están haciendo que la industria aplique modelos de mujer más realistas en las historias que nos cuentan tal y como cabría esperar, ni menos complacientes con ideas ya superadas de relaciones entre géneros. De hecho la audiencia se muestra reaccionaria ante los intentos de escapar de visiones heteropatriarcales. La tormenta perfecta se genera en una industria casi sin mujeres que genera mensajes machistas, una audiencia activa reaccionaria, y una comunidad que acosa de manera sistemática tanto a jugadoras profesionales como no profesionales.
La imperante masculinidad de la industria desvirtua estos procesos conversacionales y hace que la dimensión participativa de las narrativas replique en ocasiones procesos de endoculturización excluyentes para la mujer, comunmente aceptados como lo normal o bueno. Este fenómeno da continuidad a ideas obsoletas ancladas en visiones de una sociedad patriarcal, produciendo disonancias que no dejan acceder a la mujer a una industria en la que tiene una reprentatividad del 16% (frente a un 50% de jugadoras). Esto tiene relación directa con qué se nos cuenta en los videojuegos y cómo se nos cuenta. Suele representarse aun hoy en dia a la mujer como personaje secundario, estereotipado o sexualizado, vaciándo el medio de referentes femeninos útiles y atractivos para generaciones futuras y perpetuando una discriminación intolerable hoy en día.
Lola S. Almendros, Instituto de Filosofía, CSIC, lola.s.almendros@gmail.com
«¿Por qué la Unión Europea no comprende a Google?»


El origen y la evolución de la web 2.0 obedecen a la ausencia de regulación jurídica y fiscal. Al margen de todo aparato legal, ha dado lugar a un nuevo orden macroeconómico cimentado en una estructura monopolística basada en el expolio de información, donde las redes sociales han sido fundamentales mediante la transformación de la intimidad en mercancía y la libertad en coacción. Aunque el problema de la privacidad tiene múltiples dimensiones, su tratamiento normalmente está cercado por el imperativo de la seguridad. La web 2.0 ha modificado el sentido y ejercicio de nuestros derechos, obligando a una reformulación jurídica incapaz de adecuarse a los cambios. La falta de regulación de los flujos de información les ha otorgado valor de transacción.
Los escándalos destapados por Snowden, Assange o Schrems han puesto de manifiesto el alcance del vacío legal que posibilita el constante transvase de datos por todo el planeta. Esto ha impulsado a los organismos europeos a desarrollar una nueva legislación que entrará en vigor en mayo de 2018. El Reglamento General de Protección de Datos de la UE persigue subvertir esta circunstancia. Uno de los elementos clave de este nuevo marco legal es el famoso “Derecho al Olvido”. Sin embargo, presenta importantes problemas conceptuales, prácticos y técnicos. Describiré cuáles son estos déficits.
La apuesta mercantil de las empresas web por la inteligencia artificial (IA) indica que el modelo de negocio va a dejar de ser la publicidad. A los déficits conceptuales, prácticos y técnicos del Reglamento se añade así su obsolescencia. Mostraré por qué las pretensiones y la efectividad del nuevo Reglamento están abocadas al fracaso.
En definitiva, el objetivo legal ya no puede ser regular la propiedad de los medios de (re)producción de (meta)datos. La explotación neoliberal de la IA redefine las categorías de sujeto y agencia. Regular esta anarquía neoliberal, inteligente y autónoma, pasa por comprender esta circunstancia para poder actuar a tiempo.

María G. Navarro, Universidad de Salamanca, mariagnavarro@usal.es
«El poder político de lo narrativo en el nuevo institucionalismo»


El nuevo institucionalismo se opuso en los años ochenta a la idea de las instituciones entendidas como una un epifenómeno, es decir, como el simple resultado de la suma de las acciones individuales (March y Olsen, 1984). El nuevo institucionalismo abarca diferentes tipos de enfoques (e.g. de elección racional, histórico, sociológico y discursivo o constructivista); sin embargo, su principal objetivo sigue siendo la investigación de las reglas formales e informales que estructuran el comportamiento político (Mackay, Kenny y Chappel, 2010). El elemento común entre ellos es la hipótesis según la cual las instituciones influyen en el comportamiento de los individuos a través de reglas y normas porque funcionan como «guías cognitivas» y «modelos de acción» (Lowndes, 2010). Esto implica que el significado de las prácticas institucionales no reside en su supuesta racionalidad o en valores como la efectividad o la utilidad, sino en la lógica de lo apropiado que lleva a la adopción masiva de prácticas y procesos de legitimación.
En los últimos diez años los investigadores han demostrado que las motivaciones y los intereses de los actores sociales incorporan una compleja red de razones para actuar que se articulan a través de discursos, narraciones, testimonios, etc. A la luz de los resultados de investigación obtenidos por los defensores del nuevo institucionalismo de corte discursivo, en esta presentación se formularán las siguientes preguntas: ¿Qué poder y qué efectos tienen los discursos de la precariedad sobre las motivaciones de los agentes sociales? ¿Pueden establecerse correlaciones entre los discursos de la precariedad y la percepción social existente acerca de cómo habrían de erradicarse dichas injusticias? ¿Son los resultados obtenidos por los defensores del nuevo institucionalismo relevantes a la hora de informar acerca de nuevas injusticias hermenéuticas (Fricker, 2007)?



Santiago Morilla, Universidad Complutense de Madrid, http://www.santiagomorilla.com
«Interacciones del arte locativo en la Tecnoesfera»

La Naturaleza ya no existe, todo es Tecnosfera. Vivimos mediados y dependientes de un ambiente artificial creado gracias a la tecnología para el desarrollo de nuestras actividades y la satisfacción de nuestras necesidades, deseos y sublimaciones. Un ambiente que modifica nuestra cultura, nuestra idea del mundo y del “nosotros” en relación a él. La humanidad se ha convertido en una fuerza geológica de ámbito planetario. Hemos alterando fauna y flora, sobreexplotado recursos energéticos, alterado tierra, aire y agua, y contaminado la Tierra con nuestra fastuosa infraestructura de chismes, tecnofósiles y demás basuras producidas a furiosa velocidad desde 1945, inicio de la «Gran Aceleración» y acto fundacional del controvertido término geológico “Antropoceno” que, como unidad formal, recoge el significativo impacto humano sobre la Tierra, ajusta el discurso científico a la realidad y podría tener consecuencias a nivel legal. Pero, ¿qué significa ser responsable en el contexto del Antropoceno, cuando no hay un “nosotros”, un cuerpo político claro e identificable que cargue con la responsabilidad de la acción colectiva y sus consecuencias derivadas?
En esta exposición se asume, en primer lugar, que nuestra experiencia del mundo está mediada, hoy más que nunca, por nuestra relación con la tecnología en un mundo hiperconectado, cuyas infraestructuras de comunicación se complican y se multiplican para satisfacción de las necesidades y deseos de una cultura digital tecnocrática que acrecienta la brecha cultural y política. Pero, junto a esto último, se presentan argumentos y trabajos que consiguen cuestionar la gobernanza del acceso y la gestión de dicha intermediación tecnológica y sus instrumentos con ayuda de los cuales se produce una cierta conmensurabilidad de datos e interrelaciones (causas y efectos) a escala global puede ayudarnos a imaginar y narrar otro mundo posible (también desde la práctica artística).
De acuerdo a la hipótesis de investigación que aquí se defiende la naturaleza ya no es aquello que está fuera de nosotros, abarcable desde la distancia “como un todo” ideal, sino que está “artializada” en una multiplicidad de multiplicidades donde las intermediaciones tecnológicas y telecomunicacionales, que nos ofrecen una imagen-mundo, son el foro de representación planetario donde comenzar a imaginar y componer un cuerpo político, otra representación responsable ante el estado cambiante del mundo.



J. Francisco Álvarez, UNED, jalvarez@fsof.uned.es
«Sistemas de recomendación, reglas por defecto y políticas públicas para la sociedad red»

A la luz del enfoque de las capacidades potenciales propuesto por Amartya Sen se analiza el uso de los datos de los usuarios obtenidos por parte de empresas que desarrollan sistemas de recomendación y ofrecen asesoría en asuntos muy diversos. Al revisar diversas prácticas relacionadas con los sistemas tecnológicos de recomendación se destaca la importancia de tener en cuenta los fenómenos de escala y los factores de composición para evaluar los contextos en los que se produce la interacción social. Al mismo tiempo, tener en cuenta el papel de las “default rules” en la estructuración de la arquitectura de elección puede ayudar a comprender la importancia del diseño de políticas públicas en relación con los datos y los espacios digitales. Las técnicas utilizadas por Cambridge Analytics para provocar posibles acciones a partir de los datos de millones de usuarios de Facebook, han planteado recientemente diversas cuestiones relacionadas con las prácticas en la cibersociedad.
En particular, la emergencia de nuevas capacidades de acción resulta dependientes de tres rasgos característicos de aquellas prácticas: la interconexión efectiva de los individuos, las dimensiones de los colectivos y la disponibilidad masiva de datos. La necesidad de avanzar en conceptualizaciones adecuadas a la sociedad red se presenta desde el momento en que la presencia de nuevos negocios parece poner en jaque algunos de los valores que consideramos centrales en una sociedad democrática. Las noticias falsas y el uso no consentido de los datos, que generamos en nuestras prácticas digitales, muestran cierto denominador común que demanda una reflexión atenta a las formas en que se estructuran los espacios digitales. El análisis de similaridades y diferencias de las noticias falsas producidas en diversas épocas muestra que algunos rasgos resultan dependientes del marco sociotécnico en el que se generan, difunden e impactan esas noticias. En cada momento la estructuración del espacio político ha tenido un papel en la consolidación de las opiniones y la conformación de la voluntad general. La emergencia de nuevas capacidades y, por consiguiente, de nuevas distorsiones posibles, sugiere la conveniencia de avanzar en propuestas de políticas públicas que ayuden a la estructuración del espacio digital.




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