Mesa Temática No. 30

TRABAJO FRENTE A CONSUMO; NUEVOS ESPACIOS PARA LA REFLEXIÓN ÉTICA Y POLÍTICA. (9)

1/2 jornada


TRABAJO FRENTE A CONSUMO; NUEVOS ESPACIOS PARA LA REFLEXIÓN ÉTICA Y POLÍTICA

Coordinadores: Xavi Cava

Miguel Mandujano

Seminario de Filosofía Política
Universitat de Barcelona


(1) LAS TRANSFORMACIONES DEL TRABAJO EN EL CAPITALISMO ACTUAL

Miguel Mandujano (SFP-UB)

Me propongo hacer una introducción a las últimas transformaciones del trabajo en el régimen de acumulación capitalista, una época marcada por el debilitamiento de las narrativas de la modernidad y una cibercultura que influye de manera decidida la subjetividad de emprendedores, freelancers y nómadas digitales, es decir, que interviene decisivamente en la reconfiguración del sujeto trabajador en el capitalismo financiero de la actualidad.

La crítica a la división social y técnica del trabajo así como la proletarización y el cambio de régimen salarial marcaron el último cuarto del siglo XIX explicando, en buena medida, la crisis del sujeto obrero. El inicio de la nueva era se encuentra, en cambio, ante una nueva transformación, un nuevo paradigma en el que la relación con la técnica y la tecnología vuelve a ser un factor fundamental de análisis, aunque no el único. El nuevo «trabajador», un sujeto que hace –por necesidad– de las tecnologías de la comunicación su capital de trabajo, no encuentra en su experiencia de auto-empleo evidencia alguna de la «economía cooperativa» que le fue prometida, sino una estructura de acumulación que reproduce antiguas formas de explotación y cristaliza la tendencia del trabajo a la virtualización, la abstracción y la inmaterialización de la obra, del proceso y del sujeto mismo. Más todavía, el propio consumo requiere, en el capitalismo actual, la participación en la producción, convirtiéndose en una suerte de trabajo no remunerado que contribuye, fundamentalmente, con la lógica de la acumulación.


(2) EL DERECHO AL TRABAJO ENTRE 1789 Y 1848

Pablo Scotto Benito

En febrero de 1848, el gobierno provisional francés hace pegar en las calles de París un decreto en el que se compromete a “garantizar la existencia del obrero por el trabajo”. Durante los meses siguientes, tiene lugar en la Asamblea Nacional un largo y enérgico debate sobre el derecho al trabajo. El objetivo de la charla es explicar el sentido de este derecho en ese momento histórico. ¿Era equivalente al derecho a la asistencia? Es decir, ¿consistía en el compromiso por parte del Estado de dar un trabajo a los desempleados? ¿O era, en cambio, una reivindicación más ambiciosa? ¿Tiene acaso algo que ver el derecho al trabajo de 1848 con el derecho a los frutos del trabajo que teorizaban algunos autores socialistas de la primera mitad del XIX? Para responder a estas preguntas nos remontaremos a la Revolución Francesa, cuando el discurso de los derechos humanos irrumpe con fuerza en la escena política, e iremos trazando sus transformaciones en los años sucesivos. La pretensión de la ponencia es aportar algo de luz acerca del significado de una idea moral y política que, debatida con gran intensidad en el 48 y olvidada después, quizás pueda seguir ayudándonos a reflexionar sobre la esfera de los trabajos en la actualidad.


(3) POBRES TRABAJADORES POBRES

José A. Estévez Araújo (UB)

En la presente contribución se analiza el papel que han tenido el fomento del empleo en el marco de las políticas de lucha contra la pobreza llevadas a cabo por la Unión Europea en la presente década, así como las razones de su fracaso.

La Unión Europea es una región muy rica en términos de su PIB. Pero en ella viven un número de personas pobres que no ha hecho sino aumentar desde los años setenta del pasado siglo. En 2016 había casi 120 millones de personas en situación de pobreza en la UE, según los datos de Eurostat, aunque la tasa de indigencia varía mucho de un país a otro y entre regiones de un mismo país.

La Unión Europea ha desarrollado durante la presente década unas políticas contra la pobreza articuladas en torno al crecimiento y la creación de empleo y basadas en el paradigma laboral de la llamada "flexiguridad". Pareciera que el único medio necesario para disminuir el número de pobres es incrementar el crecimiento y el empleo. Desde luego, es cierto que una de las principales causas de la pobreza es el desempleo. Sin embargo, ni es la única, ni conseguir un trabajo saca necesariamente a las personas de la indigencia.

La flexiguridad es una estrategia que se diseñó en Dinamarca y que combina la flexibilización del mercado laboral, especialmente facilitando el despido, con un sistema robusto de protección social que garantiza un subsidio substancioso para los periodos de paro y una política activa de empleo, que permite a los parados encontrar trabajo en un plazo medio de seis meses. La Unión Europea auspició la exportación del modelo danés al resto de los Estados miembros, especialmente a partir del año 2010 cuando entró en vigor la Estrategia Europa 2020. No obstante, en numerosos países de la UE, entre los que se encuentra España, bajo la denominación de "flexiguridad", se implantaron políticas de empleo en que el segundo componente de la misma, la "seguridad", no aparecía en parte alguna, y que consistían en meras desregulaciones del mercado de trabajo que se sumaban a las previamente existentes, disminuyendo aún más los derechos de los trabajadores.

La flexibilización del mercado de trabajo como estrategia para crear empleo fue la política llevada a cabo por la Comisión presidida por Barroso durante los años más duros de la crisis de la Eurozona. Su fracaso está siendo enfáticamente puesto de manifiesto ahora por los responsables de la actual administración comunitaria. La desregulación laboral, disfrazada de flexiguridad, únicamente ha servido para que proliferen los empleos precarios, bien de nueva creación, bien como resultado de la degradación de antiguos puestos de trabajo dignos. El "precariado" ocupa más del 40% de los puestos de trabajo de la Unión Europea y los salarios que reciben los miembros de esta nueva "clase" generalmente no les permiten dejar de ser pobres. Si hasta no hace mucho, encontrar un empleo significaba automáticamente salir de la pobreza (al menos en Europa), hoy en día se extiende cada vez más el fenómeno de los working poors, los" pobres trabajadores pobres", a los que los bajos salarios y las cláusulas de sus contratos laborales mantienen en una situación de penuria, aunque estadísticamente formen parte de la población "activa".


(4) EL MANTRA NEOLIBERAL DWYL [DO WHAT YOU LOVE AND LOVE WHAT YOU DO] COMO MECANISMO AUTO-DISCIPLINARIO: LA SUBJETIVIDAD HERIDA DEL TRABAJO POSFORDISTA

Lorena Acosta Iglesias (UCM)

El propósito de esta comunicación será analizar los cambios a los que ha estado sometido el concepto de trabajo abstracto en la época posfordista, fundamentalmente a partir del crack financiero del 2008, así como sus correlatos en la producción de subjetividad desde herramientas foucaultianas, centrándonos principalmente en su ya célebre curso del Collège de France de 1978-79: Nacimiento de la biopolítica.

Para ello, comenzaremos con la siguiente hipótesis: siguiendo a Nancy Fraser en su artículo ¿De la disciplina hacia la flexibilización? Releyendo a Foucault bajo la sombra de la globalización, intentaremos mostrar cómo la sociedad disciplinaria foucaultiana está anidada en una fase fordista del capitalismo como regulación social que aspira a la universalización de los cuerpos dóciles, y al mismo tiempo, utilizables como fuerza de trabajo dentro de un sistema taylorista. Este proceso, por tanto, no sólo aparecería asociado, tal y como ocurre en La verdad y las formas jurídicas, a la génesis del sujeto jurídico moderno. Esto nos permitirá medir las distancias con la forma de regulación social de la gubernamentalidad neoliberal, donde la libertad se entiende como contrapunto del ejercicio de un poder reticular.

A partir del análisis concreto de la transformación del concepto de trabajo, que nos proporcionarán sociólogos como Sergio Bologna o Christophe Dejours, en el marco de la revolución microelectrónica y su consecuente superfluidad de población humana para la reproducción social capitalista, siguiendo en este diagnóstico a la crítica de la escisión del valor [Wertabspaltungskritik], finalmente quisiéramos plantear las siguientes cuestiones:¿Acaso la exigencia de flexibilización y educación permanente, puesta en marcha con la teoría del capital humano de Gary S. Becker, para la adaptación de un mercado de trabajo cada día más menguante no supone una ‘remasterización’ de la disciplina foucaultiana, la cual parecería estar emparentada con la crisis de la clase media y el nacimiento de los working poors, o dicho con el término que popularizó Guy Standing, el precariado?

¿Cuáles serían los efectos de desestructuración psíquica en la individualidad conquistada como mecanismo de compensación ante un capitalismo cada vez más terminal y con ello, más agresivo?


(5) ¿ECONOMÍA COLABORATIVA O MERCANTILIZACIÓN AUMENTADA? UN ANÁLISIS DEL “TRABAJO GIG” DESDE LA FILOSOFÍA DE GERALD A. COHEN

Jesús Mora (UC3)

Las plataformas electrónicas de la denominada “economía gig” han irrumpido con fuerza, en los últimos años, en las relaciones comerciales y laborales de la mayoría de países alrededor del mundo. De este fenómeno se ha destacado su capacidad para potenciar la rapidez e inmediatez de dichas relaciones como resultado, entre otros aspectos, de la posibilidad de superar barreras geográficas ineludibles antes del uso generalizado de Internet. No obstante, más allá del potencial de estas plataformas desde el punto de vista técnico, numerosas aproximaciones al uso de las mismas las han identificado con la promoción de un modelo de relaciones económicas basadas en la igualdad entre las partes y la voluntad de estas de colaborar con el fin de lograr beneficios mutuos. Esto ha llevado a que, en numerosas ocasiones, se haya identificado a dichas plataformas electrónicas como plataformas de “economía colaborativa” (Stewart y Stanford, 2017), si bien esta es una etiqueta notablemente discutida.

Algunos autores dividen dichas plataformas entre “plataformas de capital”, que facilitan la venta y el alquiler de bienes, y “plataformas de trabajo”, que organizan la realización de tareas productivas (Farrell y Greig, 2016). En estas últimas se presentan ofertas para la realización de tareas concretas y generalmente de corta duración a un determinado precio. Las plataformas de trabajo electrónico dan lugar a relaciones tripartitas entre la persona o empresa que ofrece la realización de una tarea, la plataforma que pone la oferta a disposición de sus personas usuarias y, por último, la persona que se presenta para llevar a cabo la tarea, a través de medios telemáticos, al precio fijado por la persona ofertante. Si bien plataformas de capital como Uber o Airbnb han acaparado una buena parte de la atención académica desde las perspectivas de diversas disciplinas, las plataformas de trabajo plantean también un importante número de interrogantes desde los puntos de vista ético y filosófico. La comunicación que presento mediante esta propuesta se centrará, precisamente, en algunas de las cuestiones fundamentales en relación con estas últimas. Al igual que ha ocurrido con las plataformas de capital, las plataformas de trabajo han suscitado un intenso debate acerca de si promueven relaciones productivas verdaderamente horizontales -entre pares- y colaborativas. En la comunicación que aquí presento intentaré defender, a partir de algunas de sus características más notables, que las plataformas de trabajo electrónico -en sus expresiones más comunes en la actualidad- no solo no promueven un modelo verdaderamente colaborativo para la realización de tareas productivas sino que, por el contrario, favorecen la mercantilización de las personas trabajadoras y sus capacidades productivas.

La idea de mercantilización ha sido objeto de un intenso escrutinio desde diferentes posicionamientos éticos y filosóficos y, en especial, desde el marxismo, por lo que en la comunicación que aquí presento haré referencia a una versión muy concreta de la misma. El concepto de mercantilización en el que me apoyaré será el desarrollado por el filósofo marxista analítico Gerald A. Cohen. Dicha versión presenta un especial interés pues constituye la parte menos debatida de la filosofía del autor, comúnmente más identificado a partir de su concepción del igualitarismo de la suerte (ver Cohen, 1989). Según Cohen (2000), la mercantilización -tal y como él la entiende- es característica del modelo de relaciones entre las personas propio del capitalismo. Dicho modelo se caracteriza, según el autor, por afirmar que se puede prescindir de aquellas personas que no sean capaces de producir a niveles que satisfagan las demandas del mercado (ibíd.). Así, según Cohen, la mercantilización que promueve el sistema capitalista implica una forma particular de trato instrumental hacia las personas, a través del poder que determinados individuos tienen sobre ellas (Vrousalis, 2012). Este modelo de relaciones entre las personas se opone a la idea de “comunidad”, desarrollada por el propio Cohen y que implica “el principio anti-mercado” en virtud del cual las personas se sirven unas a otras no por aquello que puedan obtener por hacerlo, sino porque “quieren o necesitan” los servicios las unas de las otras y, por la misma razón, están dispuestas a prestar ellas mismas servicios a quienes los quieran o necesiten (Cohen, 2009).

Con el objetivo de analizar las plataformas de trabajo electrónico desde el punto de vista de la mercantilización, intentaré dilucidar en qué medida las relaciones que se dan en ellas se aproximan o se desvían de cada uno de esos dos valores contrapuestos. A partir de la visión de la mercantilización de Cohen, abordaré algunos elementos característicos de las plataformas de trabajo electrónico que, desde mi punto de vista, constituyen incentivos para el uso de las mismas. En la comunicación que aquí presento explicaré por qué considero que tales elementos constituyen incentivos para utilizar las plataformas de trabajo electrónico, principal o exclusivamente porque permiten obtener mayores beneficios del trabajo de las personas con un menor coste, y no porque promuevan un modelo colaborativo o “comunitario” -en términos de Cohen- de relaciones productivas.

Entre dichos elementos, destacaré algunos como la capacidad de estas para intensificar la competencia entre los trabajadores y extenderla al conjunto del planeta (Webster, 2016; Graham, et. al., 2017) o su promoción de un ejercicio más laxo y descentralizado de las responsabilidades directivas (Stewart y Stanford, 2017). Tales características facilitan la realización de determinadas tareas que requieren, generalmente, un bajo nivel de cualificación, a un coste muy reducido para la empresa y sin que su vínculo contractual con las personas trabajadoras adquiera, en ningún caso, la forma jurídica propia de las relaciones laborales y las medidas protectoras propias de estas. En ese sentido, la comunicación que aquí presento intentará explicar por qué el recurso al trabajo menos costoso que proporcionan las plataformas de trabajo electrónico podría ser indicativo de su uso por parte de determinadas empresas con una vocación instrumental y de mercantilización y que no está basada, en ningún caso, en la voluntad de promover beneficios mutuos entre pares.


(6) EL YO COMO EMPRESA EN LA WEB 2.0. VENTAJAS Y LÍMITES DE UN ANÁLISIS FOUCAULTIANO

Javier Zamora García (UAM)

Desde hace algunos años, los Estudios de Internet vienen recogiendo cómo las redes sociales digitales están favoreciendo la emergencia de nuevas formas de subjetividad a partir de los diversos modos de presentación online que permiten plataformas como Facebook, Youtube, Twitter o LinkedIn. A partir de conceptos como microcelebrity o Social Media Influencer, estos trabajos destacan la importancia de una cultura promocional en la que el yo se construye a sí mismo como una empresa-marca, elaborando modelos relacionales que priman aspectos como la seducción o la rentabilidad. En consecuencia, algunos autores señalan que el actual diseño de determinadas redes sociales contribuye a la emergencia de una subjetividad neoliberal.

Esta comunicación busca interrogarse sobre el alcance de estas afirmaciones desde la óptica de la filosofía política. Para ello, en un primer apartado se examinan algunos argumentos ofrecidos por los Estudios de Internet para sostener en qué sentido estas nuevas formas de estar en la red revelan la influencia del neoliberalismo en la construcción de subjetividad. De este modo, se destaca la influencia de discursos como el branding personal en la web 2.0 o cómo el desarrollo de una economía de la reputación online alienta que determinadas empresas como Klout busquen modelar el comportamiento de los individuos en las redes para permitirles aumentar su influencia. A partir de estos trabajos, resulta posible relacionar determinadas modalidades de presentación online con discursos y prácticas provenientes de la cultura capitalista contemporánea, sugiriendo la presencia de una relación de poder. No obstante, parece más complejo precisar los contornos de dicha relación de poder. ¿Qué relación concreta se da entre los discursos neoliberales y las prácticas cotidianas de aquellos usuarios que habitan las redes sociales? ¿Qué estímulos recibe el individuo para dejarse penetrar por las estrategias que ofrece el personal branding y transformar su vida en una marca? ¿Modela el diseño de las redes sociales los deseos de los individuos hasta hacerles buscar la visibilidad, o más bien canaliza intenciones previas? ¿Acaso todos los usos de Internet están atravesados por una racionalidad neoliberal?

Para dar respuesta a estos problemas, se dedica una segunda parte del trabajo a proponer una lectura de este fenómeno a partir del aparato conceptual que inaugura Michel Foucault mediante sus contribuciones al estudio de la subjetivación y el neoliberalismo. En base a los aportes del pensador francés y los autores que posteriormente han continuado su trabajo, se sugiere interpretar el neoliberalismo como una racionalidad de gobierno y no tanto como una ideología. Esta aproximación, que tematiza la forma mercado como espacio de veridicción, resalta el carácter constructivista del neoliberalismo y su afán expansivo en tanto que estructura reguladora de la vida social. En este sentido, se propone entender el neoliberalismo como una cosmovisión que, partiendo de una racionalidad propia de la economía capitalista, desborda la esfera del mercado para economizar la comprensión de la vida, saturando otras dimensiones tales como la educación, el derecho, o la sociabilidad. Desde este punto de vista, se sugiere entender que las redes sociales no deben ser descritas como presas de un poder omniabarcante, sino como espacios que acomodan un sistema de ficciones sociales propuestas para interpretar el mundo y la vida.

Por otro lado, el enfoque foucaultiano del poder también permite dar cuenta de la eficacia de la razón neoliberal sin caer en totalizaciones ni eliminar el rol activo del individuo en la empresarialización de sí mismo. Así, se propone entender que bajo el neoliberalismo el individuo no se produce de forma automática, sino a partir de su propia contribución activa en un marco de libertades limitadas. En este sentido, la noción de subjetivación se separa tanto de determinismos como de voluntarismos, permitiendo comprender mejor el funcionamiento de una agencia condicionada. En el caso de las redes sociales, este condicionamiento toma la forma de dos límites claros y fácilmente reconocibles que afectan al desarrollo de la formación de subjetividades. En un primer plano, encontramos un límite material que, plasmado en el diseño de determinadas plataformas online, revela la eficacia del poder neoliberal a la hora de construir ambientes en los que la ficción del yo-empresa resulta adaptativa. En un segundo plano, encontramos también un límite psicosocial, en la medida en que la subjetividad neoliberal delimita unos marcos de reconocibilidad, colocando en riesgo la existencia social de aquellos que decidan transgredirlos.

Finalmente, se dedica una tercera parte a señalar algunos límites del modelo foucaultiano a la hora de interpretar el fenómeno del yo-empresa en las redes sociales. En un primer lugar, a pesar de la capacidad de este marco para comprender de forma más sofisticada la agencia y para encajar la existencia de usos sociales subversivos de la web 2.0, se destaca su dificultad para pensar prácticas no directamente atravesadas por relaciones de poder. Este límite daría cuenta de una suerte de dialéctica soterrada que rearticula todas las posiciones en antagonismos no necesariamente correspondientes con la realidad de las redes sociales. En segundo lugar, se destaca que el marco de la subjetivación/desubjetivación resulta insuficiente para plantear alternativas en un plano político. Así, mientras que el pensamiento foucaultiano permitiría una suerte de crítica liberal al neoliberalismo, su déficit político lo torna insuficiente para organizar estrategias de trasformación colectiva.


(7) STARDUST MEMORIES: EL YO QUE RECUERDA, ELECCIONES DE CONSUMO Y PATERNALISMO LIBERTARIO

Lluis Pla Vargas (SFP-UB)


Los hallazgos de la economía conductual –Kahneman y Tversky (1974, 1984), Kahneman (2012), Thaler (1980, 1991), Levitt y List (2008)– han contribuido de manera decisiva a transformar la imagen de la acción humana construida sobre el modelo del agente económico racional. Estos descubrimientos han iluminado la existencia de “mapas de racionalidad limitada” y han fijado la existencia de sesgos sistemáticos que afectan a los razonamientos y las decisiones de los seres humanos con independencia de su inteligencia. Una de sus tesis principales, defendida por Daniel Kahneman, es que existe una discrepancia entre dos yo, el yo que experimenta y el yo que recuerda, que operan no solo de forma distinta, sino también contrapuesta. A pesar de que no resulta intuitivo, Kahnmenan defiende sobre una base experimental que el responsable de las elecciones es el yo que recuerda, pero añade que éste obedece a un patrón que genera sesgos y elecciones erróneas. Tres rasgos caracterizan este patrón: 1) su sensibilidad a la retrospección, 2) el olvido de la duración y 3) el énfasis en la regla del pico final. Teniendo en cuenta este esquema conceptual, esta comunicación pretende mostrar, en una primera parte, cómo se revela una estructura de explicación de la acción de los consumidores mediante tres pasos. En primer lugar, señala la conveniencia de desdoblar la experiencia del consumo entre aquella que se lleva a cabo efectivamente y aquella que se recuerda. En segundo lugar, pretende constatar que los rasgos del patrón que sigue el yo que recuerda se aplican a las elecciones concretas de los consumidores. Y, en tercer lugar, establece que las decisiones del consumidor no se basan en la experiencia directa de los bienes y servicios que han de ser adquiridos, sino en el recuerdo sometido a sesgos de experiencias anteriores de consumo de bienes y servicios. En la segunda parte, la comunicación presenta la conexión de este esquema conceptual con la propuesta del paternalismo libertario –Thaler y Sunstein (2009), Sunstein (2017)– con objeto de mostrar algunas de las implicaciones ético-políticas de la economía conductual. En la conclusión, la comunicación evalúa el paternalismo libertario como un prometedor intento de corrección del comportamiento sesgado de los ciudadanos/consumidores, que se erige sobre el yo que recuerda, pero, al mismo tiempo, persigue examinar sus limitaciones como mecanismo de legitimación del poder.


(8) BOICOT: EL CONSUMO COMO FORMA DE PARTICIPACIÓN POLÍTICA

Gonzalo Fernández Codina (Logos-UB)


A día de hoy, donde todo debe ser virtual, online y 2.0, yo quiero recordar y reivindicar una antigua forma de participación política: el boicot. Quizás alguna vez hayamos oído que “comprar es votar”, a lo que yo respondo: no, comprar es -en muchas ocasiones- mejor que votar. Así como es necesario que la clase trabajadora sea consciente de su situación para poderla mejorar, en nuestros tiempos es necesario que los consumidores “despierten” y sean conscientes de su situación. La única forma de hacer frente a los abusos del mercado es concienciándose y uniéndose en sindicatos de consumo. Consumidor debe ser la categoría política del siglo XXI. El objeto de la ponencia será exponer los diversos problemas que aquejan a la democracia (erosión del voto tradicional, la figura de las minorías persistentes, la imprecisión y la falta de control en los sistemas representativos), cómo esquiva el consumo estas dificultades (el impacto del consumidor frente al impacto del votante, la precisión del consumo como forma de participación política) y los problemas del consumo como forma de participación política (la limitación de su campo de acción, el coste para muchos, y la tiranía de las minorías).


(9) REPENSAR LA IDEA DE CONSUMO. UNA PROPUESTA DE TRANSFORMACIÓN EN CLAVE DE ECONOMÍA POLÍTICA

Xavi Cava (SFP-UB)

No siempre hemos sido consumidores. Esta es la tesis de fondo de esta comunicación: que lo que denominamos 'consumo' no es una categoría trans-histórica, sino que emerge desde unas raíces históricas, económicas y sociales determinadas. El nacimiento y (accidentado) desarrollo del consumo está estrechamente vinculado, por encima de todo, a la forma-mercancía y a su progresiva expansión a lo ancho de lo que podríamos denominar, de forma algo vaga, la vida cotidiana. La interposición de la mercancía en el seno de los mecanismos de reproducción individuales y colectivos, en el metabolismo entre hombre y naturaleza, provocará profundas transformaciones sociales allí donde tenga lugar. Mencionaré tres momentos clave en este proceso: el ágora de la Atenas clásica, la economía que se desarrolló en torno a las legiones romanas, y la transición del capitalismo mercantil al capitalismo industrial en la Europa occidental. A partir de estos ejemplos desarrollaré algunos argumentos apoyados en el carácter histórico del consumo. El primero, que el consumo se asienta en un proceso de separación respecto a los medios de vida: por desposesión, pero también (paradójicamente) por apropiación. El consumidor se define por no tener acceso inmediato a los bienes y servicios necesarios para su reproducción, por estar sometido a la mediación de la mercancía y el dinero. El segundo, relacionado con el anterior, es la relación directa entre consumo y trabajo asalariado. Desde la perspectiva del consumo (es decir, invirtiendo la mirada que iría desde el trabajo hacia el consumo) la razón última del trabajo asalariado es el estado de indigencia fundamental del trabajador, el hecho de que esté privado de todo medio de vida. El trabajador no vende su fuerza de trabajo porque quiera trabajar, sino porque quiere (debe) consumir. Esto no es una banalidad, pues tiene implicaciones más profundas de lo que parece a primera vista. Por último, el consumo supone el desplazamiento de la reproducción desde el metabolismo hombre-naturaleza hacia el metabolismo hombre-hombre-naturaleza: esto es, el peso de la relación metabólica se traslada de la primera a la segunda naturaleza. Una intensificación de la socialización que tiene como contraparte necesaria la creciente separación respecto de la naturaleza, y su retorno sublimado.